Después de las islas ballestas nos tocaba visitar la reserva nacional de Paracas. Tuvimos solo una media hora o así desde que acabamos una excursión hasta que comenzó la otra, pero un paseo por el pueblo para hacer algunas compras de última hora nos descubrió un autobús muy típico. Lo primero que visitamos en la excursión por la península de Paracas fueron los fósiles que cubren la tierra, el guía nos dijo que podíamos coger los fósiles que no estaba prohibido, pero luego tuvo que decir que dejáramos algo para los demás turistas porque nos emocionamos con eso de buscar el fósil mejor conservado y tomarlo. Si uno levantaba la vista del suelo y de los cientos de fósiles marinos que había podíamos ver las dunas del desierto de diversos colores: rojo, gris, naranja. Este paisaje me recordaba al desierto Pintado en EE.UU. por la combinación de colore que teñían sus montañas y la arena. Si uno se fijaba bien era también sencillo encontrar mucha sal en el camino, a parte de fósiles, y la carretera pro la que iba el coche era toda de sal, se podía ver el brillo de los cristales de sal bajo el sol.
Luego con el coche fuimos atravesando el desierto de Paracas hasta llegar a un mirador natural con vistas del mar azul de Paracas y algunas formaciones rocosas como la conocida “catedral”, antes de que hubiera un terremoto (no recuerdo el año) cuando uno miraba hacia el mar tenía la vista de una formación con forma de cúpula de una catedral, de ahí el nombre, pero como la tierra es arenisca se destruye con facilidad, y un temblor acabó derrumbando la cúpula. Pero desde el mirador se pueden ver los acantilados anaranjados (por el tipo de tierra, que no es roca dura) y el océano. Luego nos acercamos a una playa donde yacen los esqueletos de algunos animales, tales como ballenas, lobos, pingüinos, aunque nosotras solo vimos de un lobo marino había varios dientes de animales marinos y muchos minerales y bonitas piedras que también se podían coger.
La playa tiene buenas vistas: el mar enfrente, atrás las montañas de arena de colores, a un lado los acantilados. Una vez que nos cansamos de recorrer la laya en busca de pequeños tesoros fuimos a subir una de las montañas de arena para formar nuestra pirámide de piedras, que sirven para pedir un deseo (no recuerdo como las llaman ellos) y obtener unas magníficas vistas de la playa, las arenas de desierto y los acantilados y el océano a lo lejos, brillantes como una postal panorámica. Y finalmente visitamos la hermosa playa de Lagunillas, de un tono rojizo oscuro como las de las islas Canarias (si mi memoria no me falla) y es que esa zona también es una zona volcánica, por eso la combinación de colores del desierto y de algunas playas.
Terminamos la última excursión, recogimos las maletas en la recepción del hotel y corrimos a la estación de autobuses. aunque el bus de la Cruz del Sur llegó con una horita de retraso. Al final del viaje acabamos acostumbradas de que ningún transporte (avión, autobús o tren) nos saliera a su hora.
Llegamos de noche a Lima, así que exceptuando Lima de noche no pudimos ver más. Los días pasaban volando, y aunque todo lo que habíamos visto era diferente entre sí todo nos había gustado mucho, y es que por Perú puedes tener naturaleza, fauna, monumentos históricos, deporte, todo lo que quieras en un solo viaje. Fue uno de mis viajes más completos y quitando los retrasos que nos quitaban horas de disfrute, todo salió muy bien.
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