Cuando llegamos al puerto salimos directo en dirección al hotel, nos registramos y dejamos el equipaje en la habitación. Mientras cada uno hacía algo (ducharse, reorganizar equipaje, etc) yo me eché una siestecilla, dado que no había mucho que hacer en media hora. El hotel tenía un sala para acceder a internet pagando por los minutos de uso, pero el precio era prohibitivo. Luego nos acercamos a la enfermería por la infección de los picotazos de moquitos que había tenido a lo largo del viaje, esto fue al final del viaje pero es que hasta no llegar a Narsarsuaq no había médico que me pudiera dar antibiótico (creo haber comentado ya que no recomiendo julio como mes para ir a Groenlandia). No se paga nada por la medicación pero esta te la tiene que dar un médico. La primera vez que nos acercamos no había nadie, el médico debía estar en alguna urgencia. El horario de atención normal era de 9 a 11 de la mañana así que nos fuimos pero al regresar ya estaba la ambulancia y la puerta abierta así que preguntamos a la médica. Me revisó los picotazos, se tomo nota y luego me dio la medicación. Me comentó que en Dinamarca no lo había visto pero que ahí, en Groenlandia, sí que había visto algunas veces esa reacción de infección a los picotazos de mosquito pero que no sabía a qué se debía. Al salir de la consulta un compañero del grupo comentó que la médico era como el de la serie “Doctor en Alaska”. Los simbolos de la asistencia sanitaria en Groenlandia son muy curiosos: unas figuras como de una familia y un medio sol (saliendo o poniendose).
Regresamos al hotel y estuvimos haciendo tiempo en los sofás de la recepción esperando la hora de la cena, otros pagarón para entrar por horas a internet, yo todavía disfrutaba de la desconexión del mundo que habíamos vivido (sin móvil, sin televisión, sin radio, sin internet). La cena que tomamos en el hotel era un bufé de comida típica, y a eso de las siete de la tarde (horario danés) subimos a cenar. Probé la piel de ballena, la foca, el fletan, la ballena.... la ballena me gustó pero la foca en cambio solo sabe a grasa (aggg). Una vez terminada la cena fuimos al bar del hotel, el único abierto un miércoles, y aún había gentecilla. Una mujer inuit estaba algo borracha y no hacía más que hablar con nosotros y decir que era esquimal. Ricardo, el guía, nos explicó que los inuits tienen la encina que procesa el alcohol defectuosa y no pueden procesar las bebidas alcohólicas como nosotros. A decir verdad te ponen unas pequeñas cantidades de alcohol en las bebidas. Los esquimales o inuits son muy parecidos a los asiáticos en los rasgos. Curioamente el bar se fue llenando de un poquito más de gente para ser miercoles y teniendo en cuenta las discancias que hay entre casa y casa y aunque nos fuimos de ahi a eso dela una de la madrugada aún se quedó gente en el bar.
El último día nos dio para poco, solo para acercarnos a la estación de policía, una pequeña casita verde enfrente del aeropuerto, para que nos pusieran en el pasaporte el sello de Groenlandia. No hay problema en ponerte el sello, incluso puedes elegir la página donde ponerlo, el mayor problema es encontrar a la policía en su casita/oficina y que esta no esté cerrada.
Luego visitamos el museo, que tiene unas cuantas fotografías de los restos vikingos descubiertos en la isla, la historia de Colón con un dibujo de la Pinta, la Niña y la Santa María y un chiste por el cual un vikingo pregunta a los indios americanos si puede ver a Colon y estos le contestan que Colón todavía no los ha descubierto. Para los groenlandeses América fue descubierta por los vikingos. El resto del museo son objetos de cuando la Guerra Mundial en la que Narsarsuaq era una base norteamericana, con fotos de Marlen Diedrich, el avión que se estrelló contra el glaciar sobre el que andamos, y demás objetos militares y del hospital de esa época
Después pudimos comprobar que la camarera que estaba en el bufé del hotel la noche anterior estaba en el control de seguridad del aeropuerto. Ahí son más bien pluriempleados. El policia de la oficina de policia de Narsarsuaq y uno de los policias del aeropuerto tambien habían estado la noche anterior en el bar, hablando con nostros. Mis compañeros de viaje se compraron unas gorras de la compañía Air Greenland y ya poco más porque tocaba regresar. Embarcamos en el avión y disfrutamos del despegue. Tan espectacular las vistas como en el aterrizaje. Así dijimos adiós a Narsarsuaq y a Groenlandia.
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