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Diario 2013 MALASIA: Kuala Lumpur - Batu Caves - dia 13

De noche había regresado de Taman Negara y hoy tenía toda la mañana libre en Kuala Lumpur antes de marchar al aeropuerto para coger el vuelo a Tokyo. Así que lo primero fue marchar hacia las cuevas batu. Llegar por tu cuenta utilizando el trasporte público es muy fácil así que no hizo falta gastar en un taxi. 

Cogí el metro y me dirigí hasta la estación Sentral. Aquí hay metro y tren y la estación es grande pero es muy fácil encontrar el tren que va a las Cuevas Batu, la taquilla está al lado de la entrada las vías, y sobre la entrada hay un gran cartel con las horas a las que sale el tren destino Cuevas Batu, la parada de la cuevas es la ultima del tren, a decir verdad la estación acaba justo en las mismas cuevas, no hay que cruzar ni andar para llegar a ellas. El billete costó 1 ringing la ida, a la vuelta me costó 1.5 rinings. Ya había leído que la vuelta, aunque el trayecto es el mismo, era un poco más cara, pero el precio en realidad era irrisorio al cambio. 

El trayecto hasta las Cuevas dura bastante pero es entretenido ver la ciudad desde el tren, o los carteles de prohibición de los vagones (hay un cartel con un hombre y una mujer junto y escrito prohibido comportamiento indecente, ¿Qué considerarán ellos indecente?), y vagones “only woman” con dibujitos de lo que está permitido en el vagón de mujeres (mujer con mujer, mujer sola, mujer con niño, mujer con niña),o los carteles con series coreanas y taiwanesas (que ya me había visto).

  

Las cuevas meren una visita, hay una serie de templos alrededor de las cuevas con muchos monos correteando en busca de comida, tiendas que venden cocos para las ofrendas hindús, y unas cuevas museo con murciélagos y serpientes, a estas cuevas hay que pagar, a los templos y las cuevas batu no hay que pagar (no me van mucho los animales así que pasé de pagar por ver bichos en la cueva). Así me acerqué a la entrada de las cuevas que está precedida por una altísima estatua dorada de Muruga. 

 

  

  

El conductor que me llevó del aeropuerto a mi hotel de Kuala Lumpur al llegar de Langkawi me dijo que esta es la estatua del dios Muruga más grande del mundo, y me quiso vender el ir hasta ahí con él, que me esperaba y eso, pero como ya sabía que me iba a costar menos ir en trasporte público y que además era sencillísimo moverse en el tren decliné su ofrecimiento. Junto a la estatua comienzan las doscientos y pico escaleras hasta la entrada a la Cueva Batu. Subí con tranquilidad observando cómo los monos iban al acecho de algún turista desprevenido y le roban sus botellas de plástico. 

  

  
La entrada a la cueva, como decía, es gratis y vale mucho la pena, la gruta con sus formas es interesante y además a su alrededor hay varias figuras, como haciendo un belén por las grutas, y varios templos hindús donde poder disfrutar de sus ceremonia. Pro la cueva puedes pasear con calzado pero si entras al templo que sea hay que descalzarse. Me pareció muy curioso como daban la vuelta completa alrededor del templo rezando, como si fuera una especie de trámite (dar tres vueltas a la pata coja o algo así). También había varios gallos sueltos por ahí (sí, gallos, no me preguntéis que hacen los gallos ahí…). 
 

Al salir vi a varios monos rompiendo las botellas de plástico de agua y de naranja que había robado a algún turista desprevenido y bebiendo el líquido que el agujero que hacían en el plástico iba dejando en el suelo. Hasta se peleaban por la botella, y por la forma de golpearla para hacer el agujero más grande, pase con cuidado y lo más alejada posible de ellos, porque no tenían pinta de ser nada majos. Frente a la estatua vi a un grupo de musulmanas pidiendo hacerse una foto junto a unos turistas australianos muy blanquitos ellos, mientras me reía del espectáculo me preguntaron otros a mí que si me podían hace una foto, bueno, lo mismo me paso en Japón, Corea y China, así que no me importó posar para la foto. Las chicas musulmanas miraban mi piel blanquita, y eso que ya me había puesto roja como un tomate por el sol abrasador del país. 

 

Después de pasar unas cuantas horas por ahí compre el billete de vuelta y aproveche para acercarme a la torre menara, a ver si tenía suerte y veía el lugar tradicional abierto. Si que estaba abierto, con los diferentes tipos de casa malaya según zona del país para visitar, tenderetes con comida típica, souvenirs, lo que me faltó es poder ver algún baile tradicional que a veces hacen, no hubo suerte. Comí ahí y ya agotada me acerqué al hotel para recoger la maleta y descansar un rato antes de salir hacia el aeropuerto destino Tokio. Por supuesto el vuelo se retraso y perdí el tiempo en el aeropuerto, para variar.

 

  

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