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Diario 2018: Singapur dia 1

El vuelo de Taipei a Singapur salió con retraso, íbamos a salir a las doce de la noche pero al final fue más tarde por lo que dormimos poco, y menos de lo esperado. Llegamos sobre las nueve de la mañana y lo primero que hicimos fue dejar las maletas en el hotel e ir a buscar un sitio donde desayunar (y meter cafeína al cuerpo) para luego ponernos a ver la ciudad. El primer día había planeado ver lo que no vi cuando estuve hace cinco años en el país pero ninguna nos sentíamos con ganas de ponernos a andar cinco horas (era un recorrido a pie de aproximadamente 4 horas por las colinas del sur), así que cambie los planes y los adapté a unos que nos permitieran volver al hotel sobre las dos de la tarde (hora en la que ya nos dejaban entrar a la habitación) y así cambiarnos de ropa y descansar algo. 

  

Lo primero que visitamos fue el barrio árabe, estábamos cerca por lo que podíamos ir a pie, encontré muchos más turistas que hace cinco años, pero al final no solo fue la impresión de este barrio, fue la impresión del lugar. No sé si es que ahora es más turístico, conocido o simplemente es que era un mes de temporada alta de turismo pero hace cinco años había muchísimo menos turismo, lo cierto es que me sentí como cuando hice turismo en Barcelona, allá a donde fuéramos había hordas de turistas. Incluso encontramos mucho turista español, pero mucho, y hasta los buses turísticos tenían guías en español (cosa que hace cinco años no tenían). Vi también otros cambios, pero creo que es porque la ciudad ha evolucionado con el turismo. En cualquier caso, hicimos el recorrido por el barrio árabe, que es una zona bastante pequeña formada por un puñado de calles en torno a la Sultán Mosque (Mezquita del Sultán). Se pueden encontrar tiendas de tejidos, alfombras, saris, batiks, cuero y perfumes. A quien le gusten los países árabes disfrutarán de este pequeño barrio. Un paseo por este barrio es imprescindible, como un viaje al pasado, además hay varios carteles con fotografías antiguas que te cuentan la historia del lugar (no necesitas un guía para ello si sabes inglés). 


Junto al barrio está el Malay Heritage Centre, que fue durante mucho tiempo la residencia de la familia real malaya que ya habitaba la región antes de la llegada de los ingleses. Luego cogimos el metro para ir al barrio hindú. Debían ser fiestas hindús porque en el metro te deseaban happy (lo que fuera) y cuando salimos a la calle nos encontramos todo decorado con carteles coloridos. Aquí vi otro de los cambios y es que cuando fui a este barrio las aceras y los comercios del mercado no estaban tan reestructurados ni divididos por vallas verdes. A mi tanto comercio y restaurante en parcela me recordó a los bares en las avenidas con sus terrazas, cada uno pegado al otro con su parcela. Aquí vimos la casa china que se conserva y el mercado en sí, con menos cosillas que la vez anterior. 


De aquí hicimos el recorrido que hice la vez anterior para ver los diversos templos hindús, además así paseábamos por sus, ahora, organizadas calles y veíamos los comercios típicos de la zona. Otro de los cambios es que cuando yo estuve hace cinco años en las mezquitas había código de vestimenta (lo sigue habiendo, hay una en este barrio que por fuera es muy bonita, por dentro al igual que hace cinco años pasamos de ir porque eso de cubrirnos de pies a cabeza nos parece exagerado), pero en los templos hindús y chinos pude entrar con mi ropa de viaje (eso sí, descalzándome). En cambio ahora hay código de vestimenta, tanto en los templos hindús como en los chinos, con sus cárteles bien grandes para que te tapes como corresponde. Y creo que esto puede deberse al aumento de turistas, si alguno entraba con camiseta de tirantes o pantalón corto igual no pasaba nada, pero si entran las hordas de turistas que había por todos los lados vestidos así la cosa cambia. Como llevaba mi ropa de viaje no tuve problema, porque en los vuelos siempre paso frio así que iba decentemente vestida, y además siempre llevo un pañuelo para el cuello, pero es algo que me llamó la atención. 





Primero entramos al Sri Veeramakaliamman Temple, el templo no ha cambiado mucho y eso que la última vez estaba en obras, lo que vi diferente fue la entrada, ahora han hecho un jardincillo con asientos para dejar los zapatos, antes eran dos baldas de madera y el suelo. Dentro sigue habiendo muchas imágenes, dentro del templo, de la diosa Kali, diosa del poder y consorte de Shiva. Se puede ver cómo pueden adorar a una diosa que aparece con niños muertos y tragando las vísceras de una mujer muerta. De aquí visitamos otros dos templos hindús más, en uno de ellos la vez anterior solo vi por fuera por falta de tiempo, esta vez sique entramos, aun siendo más grande que el anterior, el más lleno de gente e impactante es el primero, tal vez porque fue el primero que construyeron los inmigrantes indios al llegar a Singapur y esa diferencia se nota, dado que los otros, más modernos, eran más parecidos entre sí. 



Luego visitamos el templo chino con e Buda feliz y el taoísta con su buda gigante y alargado. Es interesante ver las diferencias entre uno y otro, la vez anterior solo los pude ver por fuera. Y por supuesto, las calles están mucho mejor para transitar que hace cinco años. Se nota una reforma sustancial del barrio. De aquí volvimos en metro al hotel y nos aseamos y descansamos una horita antes de seguir moviéndonos por Singapur. Esa noche íbamos a caer muertas, pero así es la vida del turista, muy sacrificada si se quieren ver cosas. Del hotel salimos hacia el barrio chino, y nada más salir del metro comenzó a llover. Y si hubiera sido poco pero el caso es que caía con ganas y duro lo que quedó de tarde, afortunadamente por la noche paró de llover. 



En el barrio chino recorrimos la Chinatown Food Street y entramos en el templo Sri Mariamman, aquí pagabas por hacer fotografía y sigues teniendo que hacerlo, nosotras entramos pero esta vez no pagué por hacer fotos. Y el caso es que la mayoría del templo estaba con unas cuerdas de metal amarillo que impedían acercarse a ver los detalles de cerca así que entramos pero no hicimos fotografías, porque casi no se veía el templo. Esas cadenas amarillas que cortaban el paso no estaban hace cinco años. Seguimos bajo la lluvia para entrar al templo chino Buddha Tooth Relic, aquí hay código de vestimenta, y tienes al guardia que va a vigilar que cumplas con el mismo. Por dentro hay una gran cantidad de figuras de todos los tamaños y un predominante color oro y rojo inundan el templo, en diferencia a la época en la que lo visite la sala central del templo estaba cerrada y llena de mesas con frutas y alimentos. Yendo por los laterales se puede ver la otra parte del templo y como seguía lloviendo buscamos el ascensor para subir a las plantas superiores del templo, aquí seguimos a los chinos. Se pueden recorrer todas las plantas y esto, por ejemplo, no lo hice hace cinco años. 



A la primera planta a la que fuimos es donde hay que descalzarse, ir adecuadamente vestido y entrar en silencio porque es donde guardan una reliquia y hay varias personas meditando, es una sala de oración y meditación junto a la reliquia por lo que hay que ir con silencio y respeto. De aquí decidimos coger el ascensor y subir a la última planta: la terraza, que tiene un jardín exterior y pasillos para recorrerlo, así que no nos mojamos, en el centro tiene una rueda de la oración vairocana de buda. Desde el último piso fuimos bajando por las escaleras a las otras plantas, que son como un museo con figuras y demás objetos budistas que tiene el templo. Y la última planta del templo que visitamos fue la que tiene un pasillo exterior que recorre la sala central del templo, desde abajo veíamos a gente caminar por entre las esteras que cubren el pasillo y de ahí descubrimos el ascensor. Por este pasillo tienes a un lado la sala central y al otro una fila de figuras de cera de los distintos lamas. 



Tras visitar el barrio chino regresamos al metro para ir a los jardines de la bahía y ver el espectáculo de luz y sonido nocturno. Aquí me perdí un poco y dimos vueltas por el hotel Marina Bay Sands, no hacíamos más que rodear el edificio porque no encontrábamos la forma de cruzar la carretera hacia los jardines, al final seguimos a dos turistas extranjeras que estaban perdidas pero preguntaban a todo el mundo, era fácil seguirlas porque una llevaba un chubasquero amarillo como si fuera BOB Esponja. Finalmente encontramos el camino y una vez en los jardines ya recordaba cómo llegar al mirador donde mejor se ve el espectáculo. Y aunque la música era distinta (normal) el espectáculo de los Supertree me siguió encantando igual que la primera vez que lo vi hace cinco años. 

 

La cosa es que cuando escribí las primeras entradas sobre Singapur hace 5 años dije que Singapur era un sitio para repetir, y como veis he repetido. Y aún con los cambios y la masificación turística igualmente repetiría, para volver a verlo y ver lo que, por ciertos motivos que ya contaré, se me quedó pendiente.

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