Tras Esmirna salimos al día siguiente en dirección a Bursa, donde pararíamos para hacer una visita a la ciudad, comer, y después de comer continuar nuestro viaje a Estambul cruzando en ferry el mar de Marmara. En Bursa visitamos la gran mezquita, la mezquita verde y el mausoleo. La Gran mezquita es algo diferente a lo que son las mezquitas habituales. Tiene una fuente en el centro donde la gente puede sentarse, hablar, comer, y demás aparte de hacer las abluciones diarias, esta fuente está iluminada por un tragaluz en el centro de la mezquita. Esto es usual tenerlo en el exterior y no dentro de la mezquita. Aunque, por alguna razón, también alrededor de la fuente había un montón de bolsas de basura. Los pilares y las paredes de la mezquita están adornados con cuadros y pinturas, dejando atrás los azulejos tan habituales en Turquía.
A mi me gustó mucho, tal vez porque cambiábamos de la rutina de mezquitas. Luego visitamos la mezquita verde, que según el guía es más bonita que la mezquita azul de Estambul. Es cierto que es más pequeña que la de Estambul pero está mucho más decorada, y es que tienes del suelo al techo baldosas de color azul turquesa junto con detalladas decoraciones en relieve. En definitiva, una mezquita pequeña pero muy mona, decorada con detalle y colorido, un poco más como un palacio que como una mezquita.
Al lado se encuentra el Mausoleo Verde, donde se halla la tumba del sultán Mehmet, enterrado el segundo fundador del Estado Otomano tras la invasión de Tamerlán. Se trata de una construcción muy interesante con azulejos verdes y azules y puerta de madera tallada. Es muy curioso porque tanto el mausoleo como la mezquita se llaman “verde” cuando el color, para mí, es puramente azul.
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