Llegamos a Estambul de noche dado que tras cruzar el mar de Marmara pillamos todo un atasco para entrar a la ciudad de Estambul, unas cinco horas de trafico infinito pero no nos importó mucho, nada más llegar salimos a ver Estambul de noche y bajo la lluvia. Nos alojábamos en un hotel que parecía que estaba lejos pero es que había que callejear porque estaba en la parte antigua y no en la avenida del tranvía. Salimos del hotel y en diez minutos andando estabas en el hipódromo. No sé si era por la lluvia o porque eran pasadas las diez de la noche pero el centro estaba vacío, tuvimos una vista completa del Hipódromo con sus dos obeliscos, su vista lateral de la mezquita azul, la fuente alemana y la columna de serpiente para nosotras solas durante todo el tiempo que estuvimos.
Disfrute mucho de esa noche en Estambul porque la primera vez que fui había mucha gente y ver la ciudad así igual me desilusionó, pero el caso es que mi hermana y yo no salimos muy convencidas de Estambul; la respuesta a la pregunta de si te ha gustado Estambul era siempre, no mucho, lo mejor la cisterna basílica, eso sí me gustó. En este caso he de decir que Estambul esa noche me encantó, me quedó sobre todo con la vista de Santa Sofía iluminada de noche con su colores y formas y rodeada de las palmeritas, tal que parecía la imagen del palacio de Herodes de los belenes que se ponen en Navidad. Nos tomamos nuestro tiempo viendo los obeliscos del Hipódromo a conciencia, y pro el día, aunque lo visitamos varias veces (por la cercanía al hotel) con tanto turista alrededor no fue lo mismo.
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