Al día siguiente salimos a desayunar y coger el Star Ferry para ir de un lado de la bahía a otro, podemos hacerlo en metro pero lo haremos en el ferry porque los barcos Star Ferry son un clásico que gusta, llevan desde el año 1888 transportando a los pasajeros entre la Isla de Hong Kong y Kowloon. National Geographic ha incluido la travesía en Star Ferry en su lista de los "50 lugares que hay que ver antes de morir" y el caso es que nos gusta tanto el paseo y las vistas que cuando regresamos lo hacemos de nuevo en ferry. El recorrido de la bahía es lo más positivo de Hong Kong.
Una vez llegamos al otro lado vamos a seguir los carteles hasta llegar al punto donde coger el tranvía que sube al pico Victoria. Para ellos los carteles, hechos para turistas, te hacen el recorrido lardo que te permite ver todo lo que hay entre el embarcadero y la salida del tranvía. Hay muchos túneles que cruzan las calles entre edificio y edificio, esto lo hacen porque es mucho más sencillo cruzar esas avenidas llenas de tráfico por arriba que por abajo, por este motivo cruzamos muchos edificios en nuestro recorrido, y casi es más cómodo que a pie de calle. Así llegamos a la Torre del Banco de China y al lado los leones del otro edificio famoso por su arquitecto. Por el camino nos encontramos antiguos edificios coloniales entre medio de tanto rascacielos, así como una antigua iglesia protestante. Muy cerca está el inicio del Tranvía, en la mayoría de los blogs de viajes recomiendan subir en taxi porque te ahorras la fila, pero nosotras que estuvimos casi dos horas de fila para subir al tranvía damos fe de que también había fila para los taxis. Es lo que tiene que fuera fin de semana, que daba igual qué transporte usaras para subir, te tocaba hacer fila larga.
Mientras haces fila para subir al tranvía puedes entretenerte viendo la antigua maquinaria o los objetos y trajes de la época, hasta fotogramas de las escenas iniciales y finales de la película Cita en Hong Kong de 1955, con Clark Gable como protagonista. Casi hay que hacer un curso de lucha libre para, una vez llega el tranvía, conseguir sitio al lado de las ventanas. Porque, claro, lo interesante de subir en tranvía son las vistas mientras se va subiendo. El tranvía sube al punto más alto de la Isla de Hong Kong y la zona más exclusiva desde la época colonial. Una vez llegas ahí tienes dos opciones, bajar andando y conseguir llegar a un pequeño mirador público o pagar para subir al mirador que han construido en la zona desde donde mejor se ve la bahía. Aquí nos dividimos, y la única que paga soy yo, pero una vez hemos subido hasta aquí no tener esas vista de la bahía y, por qué no decirlo, esa fotografía de postal que sale en todas las guías, sería una pena.
Todo el mundo recomiendo subir aquí por las vistas. He de decir que son impresionantes, pero solo si hace un día tan soleado y bueno como tuvimos nosotras, porque sino no hay mucho más atractivo excepto el consumismo puro y duro. Tras pasar un rato sentadas a la sombra decidimos bajar en tranvía en vez de andando, tantos días ya están pasando factura, y a la vuelta la cola no es tan larga y enseguida cogemos el tranvía de bajada. Una vez abajo caminamos hasta la escalera mecánica de central-midi que es el sistema de escaleras mecánicas más largo del mundo, por la mañana funcionan de bajada para que la gente pueda ir a trabajar, y luego ya funcionan de subida, que dadas las montañas que tienen todas las islas que forman Hong Kong tiene bastante sentido. También se puede ir andando pero los hongkoneses están muy avanzados para ello.
No hacemos toda la escalera mecánica porque decidimos meternos en Hollywood Road, una de las primeras calles construidas en la época colonial que atraviesa por el medio de tesoros escondidos en el laberinto de calles y callejones. Hay muchísima gente haciendo turismo por aquí por lo que es normal andar más pro la carretera que pro la calle que es muy estrecha. Increíble la afición de los turistas por las paredes pintadas más que por otros rincones más originales y autóctonos. De aquí llegamos al templo de Man Mo, donde nos colocamos con el olor a incienso. Esto es debido a que el techo está cubierto de largas espirales de incienso y al consumirse echan mucho humo que inunda el templo. El incienso para llamar la atención de los dioses o para mostrar respeto a los fallecidos. En este templo encontramos muchas chinas con eso trajecitos chinos bordados, tan monos y que no sirven más que para cierto tipo de cuerpos. Es algo muy curioso ver a tantas chinas así vestidas haciéndose fotos cuando el templo está dedicado a Man Cheong ( dios de las letras y literatura) y Mo ( dios de la Guerra), no pegan rezando ni pegan como turistas.
Y una vez salimos de ahí seguimos caminando hasta llegar al embarcadero del Star ferry para coger de nuevo este ferry de paseo corto pero agradable y así disfrutar de las vistas de la bahía y también ver a la tripulación con los trajes de marineritos. Una vez al otro lado cogemos el metro para ir a Chi Lin Nunnery pero cuando llegamos ya está cerrado, no así el jardín de Nan Lian. Los jardines de Nan Lian Garden están diseñados según el estilo de los jardines clásicos chinos. Construídos para seguir una única ruta circular, en la que durante el paseo vas escuchando la relajante música, el sonido del agua, caminando entre los viejos árboles, las colinas, las cascadas, los estanques con peces de colores, los pabellones... todo ello en perfecta armonía. Además como hemos llegado tarde ya se ha hecho de noche y el lugar adquiere un tono misterioso con las luces que reflejan más los colores verdes y azules del jardín. Hacemos el recorrido circular de noche pero que tiene muchísimo encanto con la iluminación que le dan. Es todo un contraste ese rincón de jardines chinos rodeados de rascacielos. Y de aquí íbamos a ir al mercado de Temple Street pero ya sabéis, los mercados no son nuestro fuerte.
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